
La belleza de las páginas de “El mito de Sísifo” de Camus solo es comparable a su profundidad. Su inicio es ya parte de la historia de la filosofía:
“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”
Y responder a esta pregunta es intentar encontrar sentido al absurdo, al “divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decorado”.
Para Camus, “la creencia en lo absurdo de la existencia debe gobernar la conducta” si optamos por no hacer trampas, por no eludir el absurdo:
“La evasión típica, la evasión mortal.. es la esperanza: esperanza de otra vida que hay que “merecer” o engaño de quienes viven no para la vida misma, sino para alguna gran idea que la supera, la sublima, le da un sentido y la traiciona”
Camus se dedica a explicar en el ensayo por qué lo absurdo no impone la muerte sino que precisamente es la lucha por buscar un sentido sabiendo que no se encontrará lo que hace que merezca la pena vivir; el suicidio sería una rendición, una claudicación del ser, un acto no humano, porque lo humano es asumir valientemente la contradicción, entender la sonrisa de Sísifo cuando baja a por la piedra:
“Si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría”
Aplicándolo a la actividad clínica, el conocimiento, la necesidad de comprender, sería una necesidad del médico, para Camus, una necesidad casi inconsciente -un “apetito de claridad”, una “nostalgia de unidad” lo llama- que ilustraría “el movimiento esencial del drama”.
Este drama para el médico sería:
“el desnivel constante entre lo que nos imaginamos saber y lo que sabemos realmente”
Camus advierte:
“Hay que desesperar de que podamos reconstruir alguna vez la superficie familiar y tranquila que nos daría la paz del corazón”
El autor se pregunta entonces:
“¿De quién y de qué puedo decir en efecto: “Lo conozco”?
Su respuesta es humilde: solo se conoce lo que se siente y lo que se toca
“Puedo sentir mi corazón y juzgar que existe. Puedo tocar este mundo y juzgar también que existe. Ahí termina toda mi ciencia y lo demás es construcción”
Entonces Camus escribe el más bello párrafo que he leído para describir lo inútil de nuestros anhelos, pura epistemología poética:
“He aquí también unos árboles, cuya aspereza conozco, y un agua que saboreo. Estos perfumes de hierba y de estrellas, la noche, ciertos crepúsculos en que el corazón se dilata: ¿cómo negaría yo este mundo, cuya potencia y cuyas fuerzas experimento? Sin embargo, toda la ciencia de esta tierra no me dará nada que pueda asegurarme que este mundo es mío. Me lo describís y me enseñáis a clasificarlo. Me enumeráis sus leyes y en mi sed de saber consiento que sean ciertas. Desmontáis su mecanismo y mi esperanza aumenta. En último término, me enseñáis que este universo prestigioso y abigarrado se reduce al átomo y que el átomo mismo se reduce al electrón. Todo esto está bien y espero que continuéis. Pero me habláis de un invisible sistema planetario en el que los electrones gravitan alrededor de un núcleo. Me explicáis este mundo con una imagen. Reconozco entonces que habéis ido a parar a la poesía: no conoceré nunca. ¿Tengo tiempo para indignarme por ello? Ya habéis cambiado de teoría. Así, esta ciencia que debía enseñármelo todo termina en la hipótesis, esta lucidez naufraga en la metáfora, esta incertidumbre se resuelve en obra de arte ¿Qué necesidad tenía yo de tantos esfuerzos? Las líneas suaves de esas colinas y la mano del crepúsculo sobre este corazón agitado me enseñan mucho más. He vuelto a mi comienzo. Comprendo que si bien puedo, por medio de la ciencia, captar los fenómenos y enumerarlos, no puedo aprehender el mundo. Cuando haya seguido con el dedo todo su relieve no sabré más que ahora. Y vosotros me dais a elegir entre una descripción que es cierta, pero que no me enseña nada, y unas hipótesis que pretenden enseñarme, pero que no son ciertas”
Para Camus, sin embargo:
“En este universo indescifrable y limitado adquiere en adelante un sentido el destino del hombre”
Pero ¿se puede vivir en estos desiertos?
Para mi esta pregunta resuena distinta: ¿se puede ser médico?
“Si tengo por cierto este absurdo que rige mis relaciones con la vida, si me empapo de este sentimiento que me embarga ante los espectáculos del mundo, de esta clarividencia que me impone la búsqueda de una ciencia, debo sacrificar todo a estas certidumbres y debo mirarlas de frente para poder mantenerlas. Sobre todo debo ajustar a ellas mi conducta y seguirlas en todas sus consecuencias. Hablo aquí de honradez, pero quiero saber antes si el pensamiento puede vivir en estos desiertos”
Esta es la “pasión esencial”:
“el desgarro entre la tendencia a la unidad y la visión clara que se puede tener de los muros que la encierran”
“El profesional verdaderamente se la juega en su capacidad de trascender la mera actividad técnica, su capacidad para enmarcar su desempeño en un contexto mayor y darle un significado a su tarea.”
La búsqueda de significado nunca vendrá de “seguir con el dedo el contorno del mundo” o de “captar los fenómenos y enumerarlos” pero es lo que hace la medicina entendida como una técnica basada en la ciencia:
“Es frecuente encontrar a profesionales sanitarios que no aspiran a ejercer realmente una profesión: prefieren funcionar respetando un “protocolo” o los procedimientos prescritos, alcanzado un cómodo equilibrio en su práctica. Un equilibrio en el que todo va a favor para que sea confortable: las demandas de los ciudadanos consumidores de salud (cuanta más medicina mejor), los intereses de la industria, la negligencia de los gestores públicos, los intereses corporativistas de la profesión, etc.“
La medicina técnica basada en la ciencia se mueve en gran medida, como expresa magistralmente Camus, entre descripciones ciertas pero que no enseñan nada e hipótesis que pretenden enseñar, pero que no son ciertas.
¿Seremos los médicos capaces de sonreír cuando bajemos a por la piedra?
“Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa”
Y termina Camus con unas frases que deberían todos los médicos tener grabadas a fuego en las paredes de sus consultas:
“Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por si solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”
Abel Novoa
2 Comments
No pensemos que somos unos pobres sisifos.
La piedra no es más que una percepción nuestra de la piedra.
Claro que sí.
Tu post me ha traído también a la cabeza una frase de Charcot que leí hace poco: “La teoría es buena, pero eso no impide que las cosas sean como son”.